Este año se cumple el cincuenta aniversario de una de las proezas más grandes del deporte. En 1960 por primer vez un etíope, un africano, conseguía una medalla de oro en unas Olimpiadas. Abebe Bikila ganó la maratón de Roma rompiendo todos los récords, y lo hizo descalzo. Dos horas, quince minutos, 16 segundos y dos décimas en 42 kilómetros con 195 metros de historia. Nadie sabía su nombre, nadie entendía que hacía allí ese hombre delgado, con aspecto de asceta; aquel hombre era África, que en su renacimiento se mostraba al mundo tal y como era, pobre, pero orgullosa. Abebe Bikila, hasta entonces un completo desconocido, se convirtió en un héroe para los africanos, en plena efervescencia de sus independencias, y en un revulsivo para occidente, que descubría desconcertado la nueva fuerza del continente negro. Bikila, nacido en 1932 en un pequeño pueblo de Etiopía, era hijo de un humilde pastor de cabras y no aprendió a leer hasta los 14 años. A los 20 años, se alistó a la Guardia...